Cinco razones por las que no pediría comida casera a través de un app
La mirada de un empresario gastronómico ante el desembarco de Pinny, una plataforma para comprar comida pero no a restaurante, sino gente que cocina en su propio hogar.
La noticia del desembarco en Buenos Aires de la app para pedir comida casera debería generar un rechazo inicial porque culturalmente poco tiene que ver con nuestra estilo de vida. Este formato está muy extendido en países emergentes como la India u otros del sudeste asiático como Camboya, Filipinas, Indonesia, Tailandia o Vietnam donde la cultura gastronómica está asociada fuertemente a los tiempos productivos con regímenes de trabajo extensivos y normas de consumo poco habituales en occidente. No sólo es una competencia desleal sino que avanza sobre cuestiones de salud pública. Como consumidor y sobre todo como empresario gastronómico encuentro cinco razones por las que nunca usaría un app para pedir comida casera.
1) Es una fuente de precarización laboral. Para los elaboradores de la comida los derechos laborales son nulos. Sin coberturas sociales, sanitarias y a la deriva en el cumplimiento fiscal. Es imposible que un trabajador tome como ventajoso estas modalidades de trabajo precario.
2) Es foco de posibles enfermedades. No puede ser confiable de ningún modo el ingerir alimentos elaborados sin controles mínimos por desconocidos y en el ámbito de espacios que no están a la vista de nadie. Al menos 7 enfermedades graves son habitualmente reconocidas como potencialmente habituales en ámbitos de bajo o nulo control al elaborar alimentos para consumo humano: Salmonella, Staphylococcus, Escherichia Coli, Botulismo, Triquinosis, Listeria y Hepatitis A.
3) Hay una total ausencia de supervisión de normas higiénicas. Según la normativa vigente, el lugar donde se cocina alimentos para su venta a terceros debe tener una habilitación municipal que permita producir y esto está vedado en los casos de realizarse en viviendas familiares o ámbitos privados no habilitados, según lo previsto en el Código de Habilitaciones porteño. Es imposible dar cobertura y certificación bromatológica oficial al ámbito privado ya que por definición no se está permitido el acceso de organismos públicos de control ni conocer la procedencia y posterior manipulación adecuada de los alimentos. La Agencia Gubernamental de Control (AGC) es el único organismo de la Ciudad que otorga habilitaciones, y el Ministerio de Salud de la Ciudad es el que provee de libreta sanitaria a quienes elaboran alimentos para su venta y capacita al personal. Nadie puede producir alimentos para la venta sin la habilitación correspondiente. Quienes elaboran alimentos para venta pueden ser inspeccionados y, si no tienen habilitación, clausurado su lugar de elaboración.
4) La evasión impositiva y competencia fuera de la ley. Similar en su funcionamiento a otros plataformas la diferencia sustancial reside en que no sólo se ve involucrado en la evasión las tareas de logística y transporte de los alimentos elaborados sino la propia producción de plato solicitado. Es que los platos a la venta no son hechos por restaurantes o comercios habilitados sino por personas anónimas bajo una identidad digital o perfil y en lugares no identificados que se pretender presentar como sus “propias casas”. Como declara estas mismas plataformas estas app se quedan con el 12,5% de cada venta por su rol de “intermediario” pero no aportan ni tributan al fisco en ningún porcentaje de sus ganancias.
5) La ausencia de responsabilidad. Con el argumento de plataforma “colaborativa” este tipo de app no practican responsabilidad frente al cliente ya que se describen explícitamente como intermediarios del servicio. Sus inversiones iniciales, que superan los US$ 100 mil de capital inicial, demuestran que es más bien un emprendimiento comercial no regulado. En el mejor de los casos, el numeroso plantel anunciado de personas que cocinan estos alimentos a pedido y sus repartidores sólo están registrados como elementos disponibles dentro de la plataforma sin ningún tipo de exigencia en su capacitación, por ejemplo el reglamentario y obligatorio Curso de Manipulación de Alimentos, controles de salud o control en las elaboraciones de los platos.
Si esto progresara en algún grado es de esperar que los propietarios de esta plataformas no se laven las manos al contrario de lo que cualquier cliente espera que sea la conducta de un buen empleado de cocina. Ya que en caso de responsabilidades por incumplimiento bromatológico o impositivo se busca deslindar la carga al desconocido “cocinero virtual”.